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martes, 26 de abril de 2016

MONTEJAQUE, EL PUEBLO QUE PUSO EN JAQUE A NAPOLEÓN

Hoy mi blog estará dedicado a Montejaque. Este pueblo esta situado en el límite de las provincias de Cádiz y Málaga, en la comarca de la serranía de Ronda, Andalucía, que pertenece al Parque Natural de la Sierra de Grazalema. Su historia comienza cuando los árabes invaden la península, estos fundan la localidad bajo el nombre de Monte-Xaquez, que significa "montaña perdida". De influencia árabe son una alcazaba medieval que daba una visión de gran parte de la Serranía, y un castillo que actualmente no existe, ubicado en la finca de el Castillo. Pero antes de ellos, decir que esta localidad tuvo un influjo romano, ya que por aquí pasaba la calzada romana de Ronda, gracias a un lugar conocido como "El Puente", donde aún podemos ver los restos de un puente romano sobre el río Campobuche. Tras la reconquista a manos de los Reyes Católicos el pueblo fue entregado al Conde de Benavente al cual nombraron Señor de Montejaque y Benaoján dejando de pertenecer a los arrabales de Ronda. Pero la historia de este pueblo está ligada a la Guerra de Independencia, contra los franceses, donde un conocido del pueblo, el guerrillero José Aguilar luchó contra las tropas napoleónicas en el puente del río Gaduares el 20 de octubre de 1810; en esta contienda participaron hombres de Montejaque, Benaoján, Atajate, Cortes de la Frontera y Jimera del Líbar; sólo eran 250 personas en contra de casi 700 soldados franceses; a pesar de la inferioridad numérica salieron victoriosos, pero las heroínas de esta contienda fueron las mujeres, con gran valor que ayudaron a echar a las tropas napoleónicas, desde entonces se dice 'No matadlo, casadlo con una montejaqueña'. Después de una hora y media de carretera desde Cádiz, la hermosura de la sierra de Grazalema me daba la bienvenida a modo de escenario de película, sus picos me sonreían como cíclopes que salían a mi camino, llevándome hasta un cartel que ponía Montejaque. Un pequeño pueblo blanco recostado bajo los pies de la sierra de Líbar. Tras varios minutos en coche y recorrer su parte baja, mi curiosidad se paró en el centro del pueblo. Allí rodeado de casas blancas, montañas y bajo el sol del recién llegado invierno empecé a sentir, soñar con lo que me rodeaba... a un lado varios edificios de dos plantas de cuerpos blancos titubeaban bajo sus tejados de tejas coloniales, delante de mí el ayuntamiento con su viejo reloj, testigo de las uvas de fin de año, marcaba las doce de aquella fría mañana, a mi derecha la Iglesia Santa María la Mayor y un poco más adelante una placa recordaba a las heroínas montejaquenllas. Mi curiosidad me llevó a dejar atrás la Plaza de la Constitución y recorrer las calles de la parte alta que a modo de serpiente me recordaban el período árabe de la villa. Orientado por azulejos colocados a los pies de las grises rampas, me guiaba como garbancito tras las migas, hacia lo alto del pueblo. Por el camino una infinidad de sentimientos recorrían mi cuerpo, he viajado mucho pero lo que allí veía me reconfortaba, mientras caminaba, respirando el aire gélido de esta parte del planeta, contemplaba un sin fin de casas, de diferentes tamaños, con puertas y ventanas de colores rojos, azules...pero todas ellas blancas peinadas con tejas de estilo colonia, decoradas con canas verdes que a modo de musgo indicaban los años que tenían. Recuerdo por ejemplo una casa pequeña con su puerta roja, otra con todas las puertas azules... Cada vez que avanzaba más pequeño se me hacía el pueblo y más me gustaba lo que veía, una y otra vez sus tejados de tonos marrones asomaban a mi paso, su silencio me acogía como madre a su niño en una noche de tormenta. Y por fin después de ascender por sus mágicas y estrechas callejuelas, llegué a lo más alto, un mirador, el mirador del Karst,desde aquí Tajo Fuerte, Líbar y Hachos de Montejaque, me saludaban a modo de gigantes grises...Abajo el pueblo se me antojaba minúsculo, como maqueta de tren, el sol de medio día calentaba sus blancos cuerpo mientras mi mente volaba por la noche de los tiempos recordando lo importante que fue esta villa en el siglo XIX. El canto de un alimoche me recordó que estaba en el siglo XXI y que mi madre espera abajo. Despidiéndome de aquellas vistas y serpenteando sus callejuelas, llegué a una pequeña plazoleta donde un cartel de azulejos "La Guerrilla"me indicó que estas tierras fueron también tierras de bandoleros.Dejé atrás su calle Nueva y tras pasar por supermarket Encarni llegué de nuevo a la plaza de la Constitución donde me esperaba mi madre poniendo punto final a mi viaje. Os recomiendo visitar y quedarse una noche en esta joya de la sierra de Líbar y que para mí es uno de los pueblos más bonitos y auténticos de Málaga. Para más información: http://montejaque.es/ Este blog va dedicado a mi compañera y amiga María José Hiraldo García "La Montejaqueña"

1 comentarios:

Images dijo...

Muy interesante. ¿Sabrías si alguno o algunos soldados de las tropas de Napoleón habrían desertado habiéndose quedado por la zona?

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